jueves, 25 de septiembre de 2025

Encuentro entre las nubes

Gales, 18/06/1938. 

 El cielo era una sinfonía de grises, un lienzo en blanco interrumpido solo por la ocasional bruma de las nubes. A los mandos de su Hurricane, Graham se sentía en casa. Lideraba la escuadrilla, formada por él y su camarada, Mc Donall, la sombra de su ala. Su misión era sencilla: patrullar y esperar. Pero la guerra nunca es sencilla.

De repente, dos BF-109 emergieron de la nada, dos depredadores que salieron de la neblina. Eran las Águilas de la Luftwaffe, y no había lugar para esconderse. Graham se preparó.


 No habría una persecución lenta, un juego del gato y el ratón. Esto sería un choque frontal, un duelo de voluntades y balas.

"¡A mi señal!" gritó por el intercomunicador, su voz tranquila a pesar de la adrenalina.

Graham apretó el gatillo, el sonido de las ametralladoras ensordeciendo el ambiente. Las balas, como un enjambre de avispas furiosas, se dirigieron hacia el enemigo. Los alemanes también abrieron fuego. El tiempo se ralentizó. Las trazadoras rojas de los BF-109 se acercaban peligrosamente. Graham sintió un golpe, el fuselaje de su Hurricane se estremeció. Los impactos de bala se sintieron como puñetazos de un gigante. A su lado, su compañero recibió un impacto similar, su avión tambaleándose ligeramente.

A pesar de los daños, Graham y su camarada lograron virar. La segunda pasada sería definitiva. 


Graham apuntó con cuidado, su mira fija en el motor del BF-109 de la derecha. Disparó. Las balas encontraron su objetivo, y el BF-109 empezó a soltar una columna de humo negro.

El piloto alemán, rompió la formación y se dirigió a la seguridad de las nubes. Su compañero, el otro BF-109, lo siguió de cerca, dándole cobertura. Era el final del combate

 Los dos aviones alemanes desaparecieron en el manto de nubes, dejando atrás un rastro de humo. Graham se miró, la adrenalina desapareciendo. Las heridas de su avión eran superficiales, nada que no se pudiera arreglar. Pero la imagen del BF-109 herido huyendo se le quedó grabada en la retina.

La moral del escuadrón aumentaría después de este combate. 

martes, 16 de septiembre de 2025

Fotos aéreas

 Costa de Somerset, 18/06/1938. Antes del amanecer.

El salitre se pegaba a la piel de Santiago al salir de la helada agua de la costa de Somerset. La niebla lo envolvía, un sudario de humedad que le hacía temblar. Una figura se materializó de la oscuridad. "Nigel Thorne", dijo el hombre, extendiendo la mano. Santiago, con un inglés decente aunque lento, respondió: "Santiago Carrillo. Gracias. Un gran placer conocerle, Camarada Thorne".

Nigel lo condujo por un sendero estrecho hasta una granja de piedra oculta. El calor de la chimenea era un bálsamo, un punto donde secarse. Dentro, los rostros de sus compañeros, iluminados por la lumbre, se encendieron al verlo. Se abrazaron. Santiago, aliviado, dejó en el suelo su maletin.

"Confirmo las sospechas. Un submarino", dijo Nigel, señalando un mapa. "Los pescadores tienen miedo. Dicen que está cerca de la costa".

"Yes", respondió Santiago. Abrió el maletín y sacó unas fotos, las cuales deslizó sobre la mesa. No eran fotos de la estela de un torpedo o de un tibio periscopio, sino de la cubierta de un submarino. Se podía ver un cañón de proa. 

"El submarino creemos que está manejando por miembros del B.U.F., y se aprecia un oficial nazi, que suponemos que es asesor"

Nigel se inclinó, con los ojos fijos en las imágenes. "Sí. Esto confirma mi sospecha. Está aquí, escondido en el canal y sabemos donde". La voz de Nigel era grave, pero la emoción era palpable. Era como si un fantasma se hubiera hecho tangible.

De su maletin, Santiago sacó  cartuchos de dinamita y unos temporizadores. Nigel los miró, luego miró a Santiago.  Lo que había en la mochila de Carrillo, confirmaba la audacia de su misión. Era momento de atacar, pero había que preparar el plan con detenimiento.

 Santiago pensó que la guerra no se había quedado en España, sino que los había seguido hasta la tranquila campiña inglesa. La botella de ginebra y el cartón de tabaco eran para el brindis final, para la victoria o para el fracaso.

miércoles, 10 de septiembre de 2025

Paquete Entregado

Costa de Somerset. 17/06/1938. 

El olor a salitre y a gasóleo era mi compañero constante en las noches de la costa galesa. No había lujos en el Leningrado un pesquero artillado.  Mi nombre es Thomas, y soy un marinero inglés en una guerra que no era la mía, al menos no directamente. A bordo, sin embargo, la causa de la República Socialista de Milford Haven se sentía tan real como el frío de la cubierta.

Mi misión era clara, aunque descabellada: desembarcar a Santiago Carrillo en la costa de Somerset. La noche era perfecta para ello. El destructor Jose Luis Díez había salido de puerto para atraer la mirada de los espías y de la aviación enemiga.   El mar, normalmente un viejo gruñón en esta época del año, estaba en calma, casi como un espejo. Una gruesa manta de nubes nos cubría, un regalo de los cielos para ocultarnos de los ojos de tropas enemigas que solían patrullar por aquí. Sin embargo, en el océano, todo lo que te protege, también te puede traicionar.


Mientras nos acercabamos a la costa, una sombra se perfilaba en la neblina. En un instante, el pitido de la alarma nos sacó de nuestra tranquila aproximación. Los faros del barco alemán se encendieron, y pudimos ver una torpedera de clase Schnellboot, un fantasma del mar que nos había estado acechando. Carrillo, con su maletín en la mano, no dudó. "¡Déjenme en la costa!", chapurreo en inglés mientras se lanzaba al agua. "¡Mi deber es llegar a la orilla!"


Ambos navíos abrieron fuego. Los cañones de nuestro pesquero, soltaron una llamarada y un estruendo ensordecedor. El agua a nuestro alrededor se llenó de salpicaduras y explosiones. Un proyectil alemán impactó en nuestro flanco, dañando la posición del artillero delantero y dejando un rastro de humo negro a su paso. Nosotros, sin embargo, logramos impactar en el puente de mando de la torpedera alemana, que giró bruscamente, como un animal herido, habíamos alcanzado su sistema de navegación, parecía que su timón estaba roto. 


Mientras el humo se disipaba, pude ver a Carrillo en la orilla, agitando la mano en señal de despedida. Me sentí aliviado al ver que había llegado a tierra. Los fascistas, con su nave dañada y sin capacidad de maniobra, rompieron el contacto y se perdieron en la niebla. Nosotros, con nuestro barco maltrecho y la sala de máquinas hecha un caos, pusimos rumbo a puerto. La misión estaba cumplida. Volvimos a nuestra base, tocados, pero victoriosos, con la certeza de que habíamos hecho lo correcto.



sábado, 6 de septiembre de 2025

Salida fallida

Milford Heaven. 17/06/1938. 

 El aire salobre de la tarde era una brisa agradable, pero para el marinero Antonio, era la calma antes de la tormenta. De pie en la cubierta del destructor español, sus ojos se perdieron en el vasto oceano, el horizonte inmutable. El silencio fue interrumpido por el chirrido de la radio. “Aviones enemigos, a las 11”, se escuchó una voz con acento andaluz.



Antonio miró a la distancia, y de las nubes emergieron como fantasmas unos cuantos puntos oscuros. A medida que se acercaban, se distinguieron las siluetas inconfundibles de los Messerschmitt Bf-109. Su rugido era un lamento de muerte, un presagio de lo que estaba por venir. El destructor se llenó de un frenesí controlado. Las sirenas aullaron y las ametralladoras de 7 mm cobraron vida, apuntando al cielo.



Los Bf-109, como halcones, se lanzaron en picada, abriendo fuego con sus ametralladoras. Las balas de los cazas enemigos golpearon la cubierta, haciendo saltar esquirlas de metal. Antonio se agachó mientras el sonido de los impactos se intensificaba, pero sus ojos estaban fijos en la dirección de los aviones. La artillería antiaérea respondió con una furia implacable, creando una cortina de plomo en el cielo. Uno de los Bf-109 giró bruscamente, el humo negro saliendo de su motor. Lograron dañarlo ligeramente, pero no derribarlo.

Entonces, aparecieron. Dos siluetas masivas, más lentas y más mortíferas. Eran los bombarderos, uno de ellos un Stuka, un conocido por su sirena de la muerte, y el otro un Bristol Blenheim.  Ambos se alinearon para el ataque. El Stuka, con su característico lamento, se lanzó en picada. El fuego antiaéreo era incesante, pero la habilidad del piloto del bombardero era letal. La bomba que soltó del Stuka golpeó la proa del buque. La explosión sacudió el destructor, y una columna de humo y agua se elevó.

El segundo bombardero también dejó caer su carga explosiva, que impactó en el centro del navío. Otro estallido, y el buque se inclinó bruscamente. Antonio se aferró a una barandilla, sintiendo el impacto en todo su cuerpo.

Sin embargo, el segundo bombardero no escapó ileso. El cañón antiaéreo del destructor lo alcanzó de lleno. Una enorme explosión en el aire, y el bombardero se sacudió violentamente, perdiendo altitud rápidamente. Aunque no se desintegró, un rastro de humo negro y fuego salía de su motor, y se perdió en el horizonte, con daños de importancia.

El destructor, sin embargo, se mantuvo a flote. Antonio se puso de pie, su corazón latiendo con fuerza. Habían sobrevivido al ataque, pero el precio había sido alto. El barco giró 180 grados, volviendo a su puerto de origen. La primera salida del destructor había durado poco. 


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Fuerzas realistas 15 PV

Marina RMSH 10 PV

viernes, 5 de septiembre de 2025

La estancia en la nueva república

Durante su estancia en Milford Haven, la tripulación del José Luis Díez se ganó el cariño de los habitantes locales. Su actitud amistosa y su entusiasmo por la vida contagiaron a todos los que los rodeaban.

Los marineros compartieron historias de su país y su cultura, con sus camaradas, creando lazos de amistad que trascendieron las barreras del idioma y la nacionalidad.

Después de unos días en Milford Haven, el José Luis Díez se preparó para zarpar nuevamente.

La tripulación, descansada y rejuvenecida, abordó el destructor con entusiasmo, lista para enfrentar los desafíos que les esperaban.

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Características Cruel Seas





viernes, 29 de agosto de 2025

Una Breve Historia de Oswald Haka

En 1938,  cuando las ideologías chocaban como frentes de tormenta sobre Europa, la costa de Somerset se convirtió en un susurrante teatro de intrigas. Aquí, al mando del "Comando Costero de Bridgewater" de la Unión Británica de Fascistas (BUF), se encontraba un hombre cuya reputación era tan afilada y oscura como el uniforme que vestía: el Comandante Oswald Haka.

La Gran Guerra no forjó a Haka en el barro y el fuego de las trincheras; lo moldeó en la fría sombra que el conflicto proyectó sobre su infancia. Nacido en 1908, sus primeros recuerdos eran de un mundo en penumbra: las listas de bajas leídas en la plaza del pueblo, el rostro tenso de su madre cada vez que llegaba el cartero y, finalmente, la notificación oficial de que su padre, un hombre al que apenas recordaba, había caído en el frente. La guerra, para el niño Oswald, no fue una aventura heroica, sino una lección brutal sobre el fracaso de una generación de líderes que habían llevado a la nación al matadero.

Esta convicción se endureció durante su juventud. Era un estudiante brillante, pero distante, con una mente que se deleitaba con la lógica de la estrategia y la historia militar. Devoraba libros sobre grandes generales y tácticas, viendo en ellos el orden y el propósito que faltaban en el mundo que lo rodeaba. Mientras sus compañeros hablaban de cricket y de chicas, Haka veía a una Gran Bretaña débil, gobernada por los mismos políticos ineptos que habían sacrificado a su padre.

A principios de la década de 1930, encontró la voz que daba forma a su resentimiento en los discursos de Oswald Mosley. La visión del BUF de una nación renacida, disciplinada y poderosa, libre de la parálisis parlamentaria, fue una revelación. Aquí estaba la acción decisiva que anhelaba. La estructura paramilitar del B.U.F. le ofrecía un camino más rápido y meritorio que el ejército regular, y su inteligencia calculadora le aseguró un ascenso meteórico.

Como comandante del Comando Costero de Bridgewater, Haka transformó la apacible costa de Somerset en su tablero de ajedrez personal. Su misión, tal como él la definía, era proteger las vulnerables costas de Inglaterra de las "infecciones" ideológicas que se extendían por el continente. Su uniforme negro, siempre impecable, y su rostro impasible, se convirtieron en un símbolo de la nueva y férrea autoridad en la región.

No llevaba armas por hábito, sino con un propósito deliberado. Colgada de su cinturón llevaba una pesada pistola. Representaba la fuerza y el sacrificio de una generación que él creía que había sido traicionada. Para Haka, llevarla era reclamar ese poder malgastado, con la promesa de que él lo empuñaría con la claridad y la determinación que a los líderes anteriores les había faltado. 

Era el legado de un niño que había visto un imperio de luto y había jurado construir uno de acero en su lugar.

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viernes, 1 de agosto de 2025

Pelea en las nubes

 16/06/1938. Desembocadura del río Parrett, Somerset.

Los motores del Polikarpov R-5 rugían bajo la capa de nubes, una sinfonía de poder y determinación. A los mandos, A. Gordon, con sus ojos escrutando el horizonte. Detrás de él, H. Tripper, su observador, revisaba la cámara fotográfica, un ingenio mecánico tan vital como sus propias vidas. Su misión era simple, pero letal: encontrar y fotografiar un submarino enemigo cerca de la costa, un fantasma de acero que sembraba el terror en las rutas de navegación.

Mientras se acercaban al punto de referencia, Tripper de repente gritó: "¡Gordon, a las 2! ¡Aviones enemigos!"

Gordon giró la cabeza justo a tiempo para ver dos siluetas oscuras emerger de las nubes. Eran dos Messerschmitt Bf-109, los depredadores del aire, con sus distintivas cruces negras pintadas en las alas. Sin pensarlo dos veces, Gordon ascendió con  su biplano, evitando una ráfaga de ametralladora que pasó silbando a su lado. El aire se llenó del sonido de las balas, como un enjambre de avispas enfurecidas.

"¡Prepara la camara, Tripper!" ordenó Gordon. "¡Tengo que llegar al objetivo!"

Tripper se aferró a la ametralladora del avión, disparando sobre su enemigo. Un segundo Bf-109 se puso detrás de ellos, y las balas rasgaron la tela del Polikarpov. Tripper activó la cámara, capturando las imágenes justo antes de sentir un dolor agudo en el costado. El impacto de una bala le hizo gritar.

"¡Tripper!" gritó Gordon, su voz llena de pánico.

El Polikarpov se sacudió violentamente, el motor fallando por unos instantes. Gordon reaccionó instintivamente, empujando el biplano hacia arriba, buscando refugio entre las nubes. El Bf-109, confundidos, le dispararon sus últimas ráfagas, pero el Polikarpov R-5 desapareció en la blancura.

En el silencio de la niebla, Gordon luchó por mantener el control del avión. Su mente estaba fija en Tripper, herido y sangrando en el asiento trasero. Miró hacia atrás, pero solo pudo ver la figura inerte de su amigo.

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Aviación RSMH- 12 PV, observador herido. Fotografía tomadas.

Aviación BUF-6PV

miércoles, 30 de julio de 2025

Santiago Carrillo en la VBCW

Infancia y Primeros Pasos en la Política


La vida de Santiago Carrillo comenzó en la apacible Asturias, pero la tranquilidad de su primera infancia se vio truncada en 1924 cuando el destino empujó a su familia hacia el bullicioso Madrid. Se establecieron en Cuatro Caminos, un barrio obrero donde las estrecheces económicas eran una constante. Las magras asignaciones de las organizaciones obreras, apenas suficientes para cubrir las necesidades básicas de una familia con cinco hijos, marcaban el día a día.

A pesar de las dificultades, Santiago tuvo la oportunidad de ingresar en el Grupo Escolar Cervantes, una institución ligada a la vanguardista Institución Libre de Enseñanza. Destacó en la primaria y fue seleccionado para cursar Bachillerato, un sueño que se desvaneció abruptamente. La falta de recursos para costear los derechos de examen le obligó a abandonar los estudios y a sumergirse en el mundo laboral como aprendiz en una imprenta.

Fue en este entorno donde su conciencia política comenzó a germinar. Poco después, se afilió a las Juventudes Socialistas de España (JJ. SS.) y a la UGT, dando sus primeros pasos en un camino que definiría su vida.

En 1930, con apenas quince años, su pluma encontró voz en las páginas de El Socialista. Su talento no pasó desapercibido, y el 14 de abril de 1931, con la proclamación de la República, se le encomendó la vital tarea de la información parlamentaria. Allí, el joven Carrillo se codeó con figuras de la talla de Víctor de La Serna y Manuel Azaña, aprendiendo los entresijos del periodismo político en primera línea.

Desde sus inicios, Santiago Carrillo se alineó con la minoría revolucionaria del partido socialista, una facción enfrentada a la corriente reformista dominante. Su agudeza analítica y su facilidad dialéctica lo hicieron destacar rápidamente. Desde la dirección de Renovación, la revista de las JJ.SS., defendió con pasión sus ideas revolucionarias, sembrando la semilla de la inconformidad en el seno de las Juventudes.

En 1934, su ascenso fue meteórico, siendo nombrado secretario de las Juventudes Socialistas. En un PSOE dividido entre reformistas como Besteiro y Prieto, y revolucionarios liderados por el carismático Largo Caballero (conocido como el «Lenin español»), Carrillo encontró su lugar junto a este último, forjando una estrecha colaboración.

Convencido de la necesidad de unificar las fuerzas obreras, Santiago Carrillo impulsó con ahínco la unidad de acción entre las Juventudes Socialistas y Comunistas. Su visión se materializó en convocatorias conjuntas de manifestaciones y mítines, uniendo voces en una sola dirección.

Su compromiso lo llevó a participar activamente en la Revolución de 1934, una experiencia que lo condujo a prisión. Compartió celda con Largo Caballero, su propio padre y numerosos líderes socialistas. Fue durante este encierro cuando comenzó a distanciarse de las posturas de Largo Caballero, considerándolas demasiado moderadas para el momento histórico que se vivía. La libertad llegó con la victoria del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936.

Apenas salió de prisión, la Internacional Comunista en España le tendió la mano, organizando un trascendental viaje a Moscú junto a las direcciones de las JJ.SS. y JJ.CC. para negociar su unificación. En la capital soviética, Santiago Carrillo quedó deslumbrado por la revolución triunfante. Las JJ.SS. y JJ.CC., ya ideológicamente afines, sellaron acuerdos para la creación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). A su regreso a España, y a pesar de la oposición inicial de algunos miembros de la dirección, la unificación se impuso con una fuerza imparable. Este proceso no solo consolidó la nueva organización, sino que provocó un crecimiento espectacular, alcanzando los 200.000 afiliados.



La Guerra Civil Española


La sublevación militar del 18 de julio encontró a Santiago Carrillo en París, pero su reacción fue inmediata. Regresó a España cruzando la frontera por Irún y, ya en San Sebastián, se incorporó al ejército republicano. Participó en el asalto a un hotel ocupado por los rebeldes y partió con una columna hacia Aguilar de Campo, con la intención de avanzar hacia Madrid. Aunque no lograron su objetivo, combatió durante varias semanas en los montes de Ubide, cerca de Bilbao. Posteriormente, regresó a Francia para entrar por la frontera catalana y finalmente regresar a Madrid, donde, con el grado de capitán, luchó en el frente de la sierra.

Desde estos primeros compases del conflicto, las Juventudes Socialistas Unificadas demostraron una actividad frenética. Estuvieron presentes en todas las unidades y en todos los frentes, con miles de jóvenes encuadrándose en sus filas para combatir la sublevación.

La Defensa de Madrid

Durante el mes de octubre de 1936, las fuerzas rebeldes avanzaban inexorablemente hacia Madrid. El 6 de noviembre, se encontraban a las puertas de la capital. El gobierno, dando por perdida la ciudad, se trasladó precipitadamente a Valencia, dejando apenas dos sobres: uno para el General Miaja, con instrucciones para organizar la defensa de Madrid, y otro para el General Pozas, para que trasladara el cuartel general del ejército lejos de una ciudad que, preveían, caería en manos enemigas.

Ese mismo día, en un acto de profundo compromiso, Santiago Carrillo se afilió al Partido Comunista de España.

Inmediatamente, se constituyó la Junta de Defensa de Madrid. La Junta sesionó hasta altas horas de la noche, con la urgente misión de impedir que las tropas rebeldes, atrincheradas en la Casa de Campo, irrumpieran en la ciudad. Santiago Carrillo fue nombrado Consejero de Orden Público, una responsabilidad colosal. La Junta desconocía las fuerzas con las que contaba, que sabían insuficientes y mal pertrechadas. Su tarea era titánica: reclutar y organizar a la población, mantener la estructura de una ciudad desbordada por los campesinos refugiados, y sostener la moral de una población que sabía que el gobierno los había abandonado. Además, debían impedir, en la medida de lo posible, que la caída de la ciudad incrementara el potencial ofensivo del ejército rebelde.

El 24 de diciembre de 1936, con el frente en Madrid ya estabilizado, Santiago Carrillo abandonó la Junta de Defensa para volcarse por completo en la dirección política de las JSU. En 1937, su influencia creció aún más al pasar a formar parte del buró político del PCE como miembro suplente.

Durante la guerra, Carrillo acató con férrea disciplina todas las directrices de la dirección del partido. No planteó discrepancias de importancia y asumió plenamente las consignas de la Internacional Comunista, demostrando una lealtad inquebrantable a la causa.


(What If?)  Un Giro Inesperado


Al comienzo de la primavera de 1938, la Internacional Comunista, consciente de la excepcional capacidad de Santiago Carrillo para reclutar y organizar, decidió asignarle una nueva misión. A bordo de un viejo carguero de bandera francesa, Carrillo fue enviado a Liverpool, con el objetivo de colaborar en la organización del Estado Libre de Liverpool.

Sin embargo, durante la travesía por el mar de Irlanda, el barco sufrió graves daños, obligándolos a buscar refugio en Belfast. Allí, Carrillo contactó con un estibador, un simpatizante del partido comunista y veterano de la Guerra Civil Española, quien se convirtió en su enlace vital.

Siguiendo las nuevas órdenes de la Internacional Comunista, Santiago Carrillo se estableció en Dundalk, a la espera de poder cruzar a Liverpool y cumplir su misión original. No obstante, en las semanas siguientes, mientras se reunía con comunistas de ambos lados de la frontera irlandesa, su misión dio un giro radical. El Comintern decidió que debía permanecer en Irlanda y ayudar en la organización de una fuerza de combate en Irlanda del Norte.

Su contacto con varios líderes del movimiento obrero lo llevó a proponer una audaz medida: la separación en dos del Partido Comunista Irlandés. El Comintern dio su aprobación, y así nació el Partido Comunista de Irlanda del Norte.

Esta escisión, sumada al éxito de las tropas comunistas en otras latitudes, provocó una movilización masiva. Numerosos trabajadores, dejando a un lado sus diferencias religiosas, se unieron a los miembros más radicales del Partido Laborista Norirlandés bajo la bandera del recién formado Partido Comunista de Irlanda del Norte (Communist Party of Northern Ireland). Un capítulo inesperado en la vida de un hombre destinado a la historia.

A principio de Junio, el Partido, decide un nuevo destino para él. Es necesario que viaje a Milford Heaven, el partido comunista está reuniendo tropas y recursos en el enclave socialista Gales. En un principio es su posición más estable en el sur de las islas y con la llegada del destructor  español, José Luis Diez, es necesario un enlace de su experiencia para coordinar las acciones con la reciente adquisición  de la marina Socialista. 

Así el 14 de junio llega camuflado en un pequeño buque de pesca al puerto, y pronto se le asignara una misión un poco más la sur. 




miércoles, 16 de julio de 2025

La Trinchera de Heno - Batalla de Hasguard

 16/06/1938. Afueras de Hasguard.

El sol del verano de 1938 cubría los campos  que rodeaban Hasguard, un pequeño asentamiento en Gales. Pero el aire ya vibraba con la promesa de la violencia. En el horizonte, el granero de la finca “Glasdir”, una gran estructura de madera oscura que pronto se convertiría en el centro de la lucha. 

Las milicias socialistas, en plena ofensiva contra las posiciones del BUF en la zona, habían identificado el granero como un punto estratégico vital para sus operaciones costeras. A primera hora de la mañana, los fascistas del British Union of Fascists (BUF) ya habían establecido una fuerte guarnición en la zona, montando puestos de observación.

El sargento Iwan, con el rostro curtido por el viento del mar, observaba el granero a través de sus binoculares. "Ahí están, atrincherados como ratas", masculló, ajustándose la correa de su fusil Lee-Enfield. "Pero ese granero debe ser nuestro y lo tomaremos cueste lo que cueste." Sus palabras eran un eco de la determinación que se leía en los ojos de los milicianos, muchos de ellos mineros que habían cambiado la piqueta por el fusil en defensa de una sociedad más justa.

El rugido de motores en la distancia anunció el asalto. Un puñado de socialistas, uniformados con ropas de trabajo y armados hasta los dientes, avanzaban por los caminos cubiertos de hierba, hasta llegar al granero. El BUF respondió con ráfagas de ametralladora, barriendo las líneas enemigas y obligándolos a buscar cobertura entre los setos y las cercas de piedra de madera.


El asalto socialista fue brutal y decisivo. Los gritos de “¡No Pasarán!” se mezclaban con los de “¡Britain Awake!”, en un coro ensordecedor de odio y desesperación. Los fascistas,  asaltaron la granja, el combate era mortal. Desde las troneras improvisadas en las paredes de madera, los fusileros socialistas apuntaban con precisión mortal, mientras los que manejaban las pocas ametralladoras disponibles cubrían de plomo  el avance enemigo.

El granero, antes un pacífico almacén de grano, se había transformado en un matadero. Cuerpos sin vida de ambos bandos yacían esparcidos por el suelo cubierto de heno, la sangre tiñendo el amarillo de la paja y las astillas de madera. El aire era denso con el olor a pólvora, sudor y muerte.

Dos tanques Panzer I del BUF, adquiridos en secreto del régimen alemán y transportado en las entrañas de un barco hasta algún puerto cercano, irrumpió en el campo de batalla para intentar romper el asedio socialista. Sus ametralladora gemela comenzaron a escupir balas, forzando a los socialistas a agacharse.

Sin embargo, los socialistas no estaban indefensos ante el blindaje. Desde una posición oculta, un vehículo blindado soviético Ba-10, contrabandeado a través del canal de la Mancha y remendado por los mecánicos milicianos en talleres clandestinos, se movió sigilosamente entre las sombras de la llanura. Tras hostigar de forma eficaz a los milicianos del BUF, El cabo Dafydd, un antiguo herrero convertido en artillero, se aferraba al cañón de 45 mm del Ba-10. “¡Objetivo a la vista!”, gritó, sus ojos fijos en el Panzer I.

Un estruendo sordo rompió el fragor de la batalla. El proyectil del Ba-10, disparado con precisión milimétrica, impactó de lleno en el compartimento del motor del Panzer I. Una explosión masiva sacudió el aire, seguida de una bola de fuego que envolvió el tanque. El Panzer I, ahora una carcasa humeante y retorcida, quedó inmóvil. El calor del fuego del tanque hizo crujir la madera del granero cercano, levantando columnas de humo.

Sin tiempo para pensar giro si torreta y volvio a disparar sobre el otro carro. Está vez la coraza paro el impacto. 

Pero ese impacto fue la gota que colmó el vaso para el BUF. La moral se desmoronó, y los supervivientes del BUF se desorganizarón. El silencio, un silencio sepulcral, comenzó a instalarse lentamente en el campo de batalla, roto solo por los gemidos de los heridos y el crujir de las llamas del tanque.

En el interior del granero, el grupo de mando socialista, liderado por el sargento Iwan, se mantenía en pie. Agotados, sucios de pólvora y sangre, pero victoriosos. A su alrededor, el granero era una escena dantesca: pacas de heno destrozadas, tablas de madera rotas, fusiles abandonados y el silencio de los muertos. Las bajas eran numerosas en ambos bandos, un testimonio mudo de la ferocidad del combate. Pero el granero era suyo. Lo habían tomado con sus vidas, y en medio del caos y la desolación, un tenue hilo de esperanza se aferraba a la idea de que habían ganado no solo una batalla, sino un pequeño fragmento de su Gales socialista.

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Bajas Socialistas- 2*milicias, 1 Regulares 

PV Socialistas- 12 PV+ 5 PV= 17 PV

Bajas BUF-  Hq milicias, 2*milicias,  Pz I

PV BUF- 10 PV


lunes, 30 de junio de 2025

El templo maldito

16/06/1938. En algún lugar del Punjab

 Los gritos, agudos y desesperados, rasgaron la pesada niebla. Eran los gritos de una mujer, y el sonido les hizo helar la sangre.

"¡Por aquí!", exclamó Vikram, empuñando su cuchillo. Sin dudarlo, los tres corrieron hacia el origen del lamento, la neblina envolviéndolos. 

Llegaron a la entrada de lo que parecía ser un templo antiguo, sus contornos borrosos por la densidad del vapor. El hedor a moho invadió sus fosas nasales. Sin pensarlo dos veces, se adentraron en la oscuridad húmeda. La niebla, en el interior, era incluso más densa, como si el propio edificio la generara.

"¡Ahí!", gritó Atkins, su voz resonando en el silencio opresivo. En medio de la penumbra, una figura femenina se vislumbraba débilmente. Apenas habían dado unos pasos cuando un crujido espantoso resonó por encima de ellos. Una columna masiva, corroída por el tiempo y la humedad, se desprendió del techo. Con un instinto primario, Atkins tiró de Sardar, esquivando por poco el impacto mortal. La columna se estrelló contra el suelo, levantando una nube de polvo y escombros.

Continuaron avanzando cautelosamente hasta la siguiente sala. La visión que los recibió fue grotesca: un ser delgado y deforme, un bad-nasib, se abalanzó sobre ellos con un aullido gutural, blandiendo una gran guadaña. 

Antes de que Atkins pudiera siquiera levantar su revólver, Sardar, con una agilidad sorprendente, se lanzó hacia adelante, su propio cuchillo brillando en la penumbra. Con un movimiento rápido y certero, Sardar le clavó la hoja, y la criatura se desplomó con un último estertor, disolviéndose en la bruma.

Sin detenerse, avanzaron a la siguiente cámara. Aquí, la visión era aún más inquietante. La mujer estaba sobre una piedra ceremonial, dos bad-nasib más la rodeaban, sus formas retorcidas y amenazantes. El suelo de la sala estaba inundado con un líquido oscuro, y una capa densa de cenizas blancas flotaba sobre la superficie, dándole un aspecto espectral.

"¡Fuego!", gritó Atkins, levantando su revólver. Él y Sardar abrieron fuego casi al unísono. Los disparos resonaron en la sala, y los dos bad-nasib, alcanzados, se desmoronaron.

La mujer, liberada de su terror, se desvaneció. Con un chapoteo, cayó. Atkins y Vikram corrieron para ayudarla, pero antes de que pudieran alcanzarla, la superficie del agua burbujeó violentamente. Un par de ojos amarillos y reptilianos emergieron, seguidos por un morro enorme y dentado. Un cocodrilo gigantesco se lanzó contra ellos, con la furia de una bestia antigua.

El cocodrilo atacó sin piedad. Sus fauces se cerraron alrededor de Sardar, que gritó de dolor. Con una fuerza desesperada, Sardar logró clavarle su cuchillo en el flanco, pero era inútil. Las mandíbulas de la criatura se apretaron, y un último grito ahogado escapó de los labios de Sardar antes de que su cuerpo inerte se sumergiera en las aguas turbias.

La furia se apoderó de Atkins y Vikram. Ignorando el peligro, se abalanzaron sobre el cocodrilo. Atkins disparó su revólver repetidamente contra la cabeza de la bestia, mientras Vikram, con su cuchillo en la mano, apuñalaba una y otra vez el cuerpo de la bestia. Finalmente, con un estertor masivo, el cocodrilo se retorció y se quedó quieto, su cuerpo flotando sin vida.

En ese instante, la niebla comenzó a disiparse, revelando la luz tenue del amanecer que se filtraba por las aberturas del templo. El aire se aclaró, y el peso opresivo se levantó. Vikram y Atkins sacaron el cuerpo sin vida de Sardar del agua. Su rostro estaba en paz, pero su ausencia era un puñal en el corazón de Vikram.

"Esa criatura, Capitán," comenzó Vikram, su voz grave mientras la niebla se arremolinaba a su alrededor, "era una Churail.  Son espíritus de mujeres que murieron de forma cruel. Se disfrazan de mujeres hermosas para atraer a los hombres, pero sus pies siempre apuntan hacia atrás, revelando su verdadera naturaleza, usted les llamaría una bruja"

Arrastrando el cuerpo de su amigo, salieron del templo. Afuera, la llanura del Punjab se extendía bajo el sol naciente, como si la noche de horrores nunca hubiera ocurrido. El aire fresco y limpio contrastaba brutalmente con el terror que acababan de vivir.

Encontraron las pocas pertenencias de Sardar. Vikram, con solemnidad, realizó una pequeña ceremonia junto a los altares de piedra, murmurando palabras antiguas que el viento se llevó. Fue un adiós silencioso, un reconocimiento de su espíritu a la tierra que amaba.

Con el corazón apesadumbrado y el cansancio en cada hueso, Atkins y Vikram comenzaron su largo camino de regreso al campamento, dejando atrás el templo, la niebla y los horrores que habían cobrado la vida de Sardar. La llanura, aunque bañada por el sol, ahora parecía guardar secretos aún más profundos y oscuros.

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LRSG- +3 puntos de reputación (Muere Sardar)

Bad-nasib - 0 (3 bajas y "la bruja")

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LRSG: 22 RP

Thomas "Tommy" Atkins. Cynical Gumshoe. 11 RP- 10 RP + 1RP Kirpan(espada).

Sardar Singh. Chief Bearer.  (Baja)

Vikram- Spiritual Custodian- 7 RP- 5 RP + 1RP Cuchillo "La pinza del cangrejo"+ 1 Rifle

Li Wei. Soldier of Fortune. 4 RP

Anria. VIP. 0 RP

2 XP

9(-5) Puntos de Reputación 

sábado, 28 de junio de 2025

Un Asunto Inusual en Otterhampton

16 de junio de 1938

En la pequeña localidad de Otterhampton,  la vida transcurría a un ritmo pausado, y ajena a los combates que ya se libraban en otras partes del pais. El corazón de aquella tranquilidad era la tienda de comestibles de Bob Marley.

El aroma a tabaco de pipa, impregnaba la tienda. Aquella tarde, sin embargo, el aire estaba viciado con el recuerdo metálico de la pólvora del suceso que había ocurrido unas horas antes. 

El comandante Oswald Haka, un oficial del B.U.F cuyo uniforme pulcro parecía fuera de lugar entre los sacos de patatas. Su tono era cortés, casi de disculpa. "Le agradezco su tiempo, señor Kennedy. Entiendo que ha sido una experiencia de lo más desagradable."

Robert Kennedy, un mecanico miembro de B.U.F "Desagradable es quedarse corto, comandante. Me dirigía a comprar un poco de queso cheddar al señor Marley cuando la vi."

Bob Marley, que pulía un vaso con un paño con metódica lentitud, asintió gravemente. "Acababa de venderle un trozo de queso, un pan, patatas y unas manzanas. Esta señora... muy alta, con el pelo largo,  empezó a correr y a saltar, no parecía de este mundo...."

Scooby, un imponente mastín de pelaje oscuro, levantó su pesada cabeza y soltó un leve gemido. Durante el tiroteo, el noble animal no había ladrado; se había limitado a acurrucarse junto a su dueño.

"Era ella, la vi hace unos días, en el camión robado" continuó Kennedy. "La maldita espía comunista. Hice lo que consideré mi deber. Había visto a la patrulla, y les avise lo más rápido que pude"

Haka suspiró. "Una acción correcta y patriótica. Pero las consecuencias... Dos de mis hombres, jóvenes de Somerset, han caído. Y ella se ha esfumado."

El recuerdo era una mancha violenta en la apacible crónica del pueblo. Los soldados llegando, la mujer pelirroja moviéndose,  el estruendo de los disparos que hizo vibrar los estantes 

"Se movía como un zorro en un gallinero, comandante," dijo Robert en voz baja. "Vi cómo uno de sus soldados caía. El otro intentó responder, pero ella ya estaba saltando entre los animales como si nada y volvió a disparar."

El comandante se giró hacia el tendero. "Y usted, señor Marley, ¿observó algo más en medio de la confusión?"

El bigote de Bob se contrajo. "Cuando todo acabó y el pobre Scooby dejó de temblar, lo primero que hice fue mirar mis cajas de licor. Un whisky de las Highlands, de una sola malta, envejecido durante 25 años, que me acababa de llegar del norte. Era la única botella de ese caro licor en toda la tienda." Su voz se quebró ligeramente. "Ha desaparecido."

Haka se quedó mirando la zona por donde había huido, aún podía ver los casquillos de bala en el suelo. El silencio se instaló,  lleno de preguntas sin respuesta. Una agente socialista, dos soldados muertos en un pueblo donde la noticia más emocionante solía ser la feria anual del ganado. Y un ladrona que, en su huida desesperada, se había tomado un instante para robar el bien más preciado de un viejo tendero.

"Curioso," murmuró el comandante, más para sí mismo que para los demás. Se enderezó, abotonándose la chaqueta. "Muy curioso, ciertamente. Parece que nuestra fugitiva tiene un gusto impecable y una sangre fría extraordinaria." Miró a Kennedy y luego a Marley. "Gracias por su colaboración. Señor Marley, lamento la pérdida de su botella. Parece que esta 'Diablesa Roja' no solo comercia con secretos, sino también con los pequeños tesoros del corazón de Inglaterra. Pero no se preocupe, cada vez estamos más cerca de atrapar a esos terroristas. " 


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Bajas: 

B.U.F. : Dos soldados

Puntos:

B.U.F: 4 PV, 1XP, 1 Punto de reputación 

RMSH: 3 PV, 1 Punto de reputación 

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Tripulación:

J. Carter, el doctor Dalton, los mecánicos Drake y Folder, Niguel Torne y "Red Sonja"

Investigación 5

Puntos de Reputacion 14 

8 XP 

Botín: 

Un diario con encuadernación de cuero. 

Un broche de oro.

Un mapa de la carreteras zona.

Una cóctel Molotov.

Una caja con explosivos. 

Comida para un día o dos. 

Una botella vacía de whisky 

El viejo Bob Marley y su fiel mastín

En las la pequeña localidad de Otterhampton, en el condado de Somerset, donde el río Parrett serpentea perezosamente hacia el mar, se encontraba la tienda de comestibles de Bob Marley. 




Un hombre de Somerset de pura cepa, entrado en años en aquel 1938, cuyo rostro estaba adornado por un imponente bigote negro.

La pequeña tienda de Bob era un reflejo del propio hombre: ordenada, tradicional y con un aire de tranquila dignidad. El aroma a tabaco de pipa, cuero y una mezcla de especias y productos secos impregnaba el ambiente. En sus estantes de madera oscura se apilaban latas de conserva, frascos de mermelada casera, sacos de harina y azúcar, y ristras de cebollas que colgaban del techo como rústicas guirnaldas. El negocio de Bob era de los de antes, donde cada cliente era atendido personalmente, su pedido anotado a lápiz en una libreta y los víveres envueltos en papel de estraza.

Pero la verdadera alma de la tienda, además de Bob, era Scooby, un imponente mastín de pelaje oscuro y semblante noble. A pesar de su tamaño, que intimidaba a los forasteros, Scooby era la criatura más dócil que se pudiera imaginar. Pasaba la mayor parte del día tumbado sobre una vieja alfombra de trapo detrás del mostrador, con sus grandes ojos caídos siguiendo el ir y venir de los vecinos. 

La vida en Otterhampton transcurría a un ritmo pausado. Ajenos a los combates que producían en otras partes del país.

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Bob Marley- Working stiff RP-1

Scooby- Attack Dog- RP 1







sábado, 7 de junio de 2025

Alguien nos sigue

 16/06/1938 En algún lugar del Punjab

¡Vikram!", exclamó Sardar, la sorpresa y el alivio mezclados en su voz, al reconocer a la figura que surgía de entre la niebla. Dio un paso adelante, como si no creyera lo que sus ojos veían. "Maldito bastardo, pensé que... pensé que habías perecido en los disturbios de Amritsar."

Vikram asintió, su rostro impasible. "La muerte es solo un velo, Sardar.  He estado aquí, protegiendo estos lugares, este maldito valle." Sus ojos dorados se posaron en el capitán Atkins. "Vuestra llegada  ha acelerado las cosas."

Atkins, aún con el brazo dolorido y la sangre seca en su manga, observó el reencuentro con una mezcla de asombro y escepticismo. "¿Se conocen?", preguntó, señalando entre Sardar y Vikram.

"Hemos compartido más de una vida en estas llanuras, Capitán, hemos servido juntos en el ejército. Vikram,  es un fiel leal servidor del Raj" respondió Sardar, una sonrisa rara y genuina asomando en sus labios. "Vikram es un hermano para mí, aunque lo creía perdido."

Vikram se acercó a Atkins, sus ojos fijos en el cuchillo que el capitán sostenía. "Ese cuchillo que encontraste, Atkins," dijo Vikram, extendiendo una mano. "Es mío."

Atkins, con un atisbo de duda, le entregó el cuchillo. La hoja, antes fría en su mano, ahora parecía inerte, un simple trozo de metal.

La  espesa niebla comenzó a levantarse otra vez del suelo, no era niebla normal que se disipa con el viento, sino una que parecía tener peso, que se retorcía y murmuraba. 

El aire se volvió pesado, cargado de una sensación opresiva que erizaba los vellos de la nuca. El voz de una mujer pidiendo auxilio, un lamento gutural que resonaba en lo profundo de la niebla. Las sombras de los altares de piedra danzaban grotescamente en la creciente oscuridad.

"Las figuras que os atacaron... son guardianes, pero también prisioneros de este lugar," explicó Vikram, ahora con el cuchillo en la mano, un gesto que parecía devolverle una parte de sí mismo. "Han sido despertadas por una perturbación, una antigua entidad que busca poseer este lugar"

Vikram miró a Sardar, sus ojos dorados brillando en la penumbra creciente. La niebla se espesaba a su alrededor, envolviéndolos en un abrazo frío y húmedo. Las figuras, aunque invisibles, se sentían más cercanas que nunca, sus susurros casi perceptibles en el aliento helado del viento. "Hemos evitado esto durante eones, Sardar. Pero ahora, con el despertar de este poder y la presencia de vuestra intrusión... algo inevitable se ha puesto en marcha. La neblina lo envuelve todo, y en su corazón, se está gestando el momento de la verdad." 

Atkins miraba asombrado la escena cuando un nuevo grito corto la niebla.

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Vikram- Spiritual Custodian

6 RP- 5 RP + 1RP Cuchillo "La pinza del cangrejo"




sábado, 19 de abril de 2025

Ataque Aéreo Devasta el Fuerte West Blockhouse: Oficial al Mando Muere Heroicamente

 

Artículo aparecido en The Western Telegraph Haverfordwest, Pembrokeshire, 17 de Junio de 1938. – 

La fortaleza costera de West Blockhouse, recientemente reabierta bajo la dirección de la Unión Británica de Fascistas (BUF), fue ayer blanco de un devastador ataque aéreo. Cuatro aeronaves traidoras de origen comunista bombardearon la posición, dejando tras de sí graves daños y la trágica pérdida de su oficial al mando.

El ataque se produjo a primera hora de la mañana, sorprendiendo a los defensores. A pesar de la intensidad del bombardeo, las unidades antiaéreas del fuerte respondieron con valentía, entablando un feroz combate contra los atacantes. Sin embargo, la superioridad numérica de los aviones enemigos y la precisión de sus bombas pronto se hicieron sentir.

Una de las bombas impactó directamente en la sala de mando, ocasionando la muerte instantánea del valeroso Comandante Thomas Barrington. Este veterano de la Gran Guerra, un firme defensor del gobierno actual, había sido designado recientemente para supervisar las operaciones en este crucial enclave defensivo. Su liderazgo y dedicación han quedado truncados por este trágico suceso, dejando un profundo vacío entre sus hombres.

El cañón Oerlikon de 20mm, una pieza clave del armamento del fuerte, también fue alcanzado y quedó completamente destruido. A pesar de la tenaz resistencia de los artilleros, la potencia de las bombas enemigas resultó ser demasiado para la moderna arma.

Sorprendentemente, y a pesar del intenso fuego antiaéreo desde tierra, los cuatro aviones atacantes lograron retirarse sin sufrir daños aparentes. 

La noticia del ataque y la muerte del Comandante Barrington ha conmocionado a la comunidad local y ha generado una ola de indignación. Si bien el fuerte ha sufrido daños considerables, el espíritu de los defensores permanece intacto. Se espera que en las próximas horas lleguen refuerzos y se evalúen los daños para iniciar las labores de reparación. 

La valentía del Comandante Barrington y sus hombres en el cumplimiento de su deber será recordada como un ejemplo de sacrificio ante la adversidad. La investigación sobre la procedencia de los aviones atacantes ya está en curso, y se espera que arroje luz sobre este grave suceso que ha enlutado la costa galesa.

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RSMH 42 PV

Realistas 0PV







miércoles, 26 de marzo de 2025

Visita al Puerto

15/06/1938.Combwich.

El doctor Dalton, notando en su rostro el viento salado, escudriñaba el puerto de Combwich. Había seguido una pista tenue, una fotografía antigua que prometía revelar el paradero de un submarino oculto. 

Los lugareños, taciturnos y desconfiados, no le habían ofrecido ayuda.

Mientras caminaba por el muelle, una niña de ojos vivaces y cabello alborotado lo observaba con curiosidad, era una vieja conocida, Elizabeth Hardy.

Dalton, desesperado, tras una breve conversación le mostró la fotografía. La niña la miró fijamente, con una intensidad que lo sorprendió.

"Conozco ese lugar", dijo con voz clara y aguda. "Está en la ensenada de Stert, junto a la isla, en la desembocadura,  al otro lado del río. Pero si vais,  tienes que tener cuidado, supongo que alguna  patrulla del BUF vigila esa zona".

Dalton  sintió un escalofrío. ¿Tiene un puesto de vigilancia allí el BUF? Antes de que pudiera preguntar, la niña lo tomó del brazo y lo llevo hacia un lugar escondido de las miradas extrañas.

"Tenemos que irnos", susurró, con los ojos muy abiertos. "Vienen". Dijo señalando con la cabeza a dos soldados que patrullaban el puerto. 

Dalton escuchó a los soldados hablar con uno de los hombres que trabajaban en el puerto. 

La niña le guió a través de callejones, conocia cada rincón del pueblo como la palma de su mano. Finalmente, se detuvieron en una pequeña casa de pescadores, escondida entre las sombras.

"Sé de ese lugar por las historias que cuentan los marineros", dijo la niña, recuperando el aliento. "Dicen que la ensenada hay un puesto de vigilancia, igual allí abastecen barcos o ese submarino vuestro".

Dalton , intrigado y preocupado, le preguntó cómo podía estar tan segura.

"He pasado mucho tiempo en el puerto, y he escuchado muchas cosas", respondió la niña. 

"Ahí es donde está el submarino", dijo la niña. "Pero ten cuidado. Seguro que está bien vigilado".

Con el corazón latiendo con fuerza, Dalton  agradeció a la niña y se preparó para volver a su escondite. Sabía que se estaba adentrando en una zona peligrosa, pero la promesa de lo desconocido lo impulsaba a seguir adelante. La ensenada de Stert les esperaba.

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SFF:

1XP

Tripulación:

J. Carter, el doctor Dalton, los mecánicos Drake y Folder, Niguel Torne y "Red Sonja"

Investigación 5

Puntos de Reputacion 13 (9)

8 XP 


Botín

Un diario con encuadernación de cuero. 

Un broche de oro.

Unas cuantas libras. 

Un mapa de la carreteras zona.

Una cóctel Molotov.

Una caja con explosivos. 

Y comida para un día o dos.