Milford Heaven. 17/06/1938.
El aire salobre de la tarde era una brisa agradable, pero para el marinero Antonio, era la calma antes de la tormenta. De pie en la cubierta del destructor español, sus ojos se perdieron en el vasto oceano, el horizonte inmutable. El silencio fue interrumpido por el chirrido de la radio. “Aviones enemigos, a las 11”, se escuchó una voz con acento andaluz.
Antonio miró a la distancia, y de las nubes emergieron como fantasmas unos cuantos puntos oscuros. A medida que se acercaban, se distinguieron las siluetas inconfundibles de los Messerschmitt Bf-109. Su rugido era un lamento de muerte, un presagio de lo que estaba por venir. El destructor se llenó de un frenesí controlado. Las sirenas aullaron y las ametralladoras de 7 mm cobraron vida, apuntando al cielo.
Los Bf-109, como halcones, se lanzaron en picada, abriendo fuego con sus ametralladoras. Las balas de los cazas enemigos golpearon la cubierta, haciendo saltar esquirlas de metal. Antonio se agachó mientras el sonido de los impactos se intensificaba, pero sus ojos estaban fijos en la dirección de los aviones. La artillería antiaérea respondió con una furia implacable, creando una cortina de plomo en el cielo. Uno de los Bf-109 giró bruscamente, el humo negro saliendo de su motor. Lograron dañarlo ligeramente, pero no derribarlo.
Entonces, aparecieron. Dos siluetas masivas, más lentas y más mortíferas. Eran los bombarderos, uno de ellos un Stuka, un conocido por su sirena de la muerte, y el otro un Bristol Blenheim. Ambos se alinearon para el ataque. El Stuka, con su característico lamento, se lanzó en picada. El fuego antiaéreo era incesante, pero la habilidad del piloto del bombardero era letal. La bomba que soltó del Stuka golpeó la proa del buque. La explosión sacudió el destructor, y una columna de humo y agua se elevó.
El segundo bombardero también dejó caer su carga explosiva, que impactó en el centro del navío. Otro estallido, y el buque se inclinó bruscamente. Antonio se aferró a una barandilla, sintiendo el impacto en todo su cuerpo.
Sin embargo, el segundo bombardero no escapó ileso. El cañón antiaéreo del destructor lo alcanzó de lleno. Una enorme explosión en el aire, y el bombardero se sacudió violentamente, perdiendo altitud rápidamente. Aunque no se desintegró, un rastro de humo negro y fuego salía de su motor, y se perdió en el horizonte, con daños de importancia.
El destructor, sin embargo, se mantuvo a flote. Antonio se puso de pie, su corazón latiendo con fuerza. Habían sobrevivido al ataque, pero el precio había sido alto. El barco giró 180 grados, volviendo a su puerto de origen. La primera salida del destructor había durado poco.
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Fuerzas realistas 15 PV
Marina RMSH 10 PV
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