En el convulso año 1938, en la tranquila Cannington, Somerset, una joven llamada Sonja, conocida como "Red" por su ferviente afiliación a la causa, destacaba entre sus compañeros.
Alta y delgada, con una belleza enigmática y una melena morena y larga, Red no pasaba desapercibida.
Sonja era mucho más que una simple militante socialista. En las sombras, tejía una red de espionaje, utilizando su posicion para recopilar información sobre las actividades de grupos fascistas y extremistas. Su astucia y habilidad para infiltrarse en diversos círculos sociales la convertían en una pieza clave para las autoridades, que utilizaban sus datos para anticipar y frustrar planes siniestros.
Una noche, mientras Sonja asistía a una reunión del Partido Socialista, un grupo de matones fascistas irrumpió en el local, sembrando el caos y la violencia. Sin dudarlo, Sonja desenfundó su pistola y disparó al aire, no para atacar, sino para crear una oportunidad. En medio de la confusión, ayudó a sus compañeros a escapar.
Su valentía y determinación la habían convertido en un símbolo de esperanza y resistencia. Pero Sonja no buscaba la fama ni el reconocimiento. Su compromiso con la lucha por la justicia era inquebrantable, y su labor como espía continuó en la sombra, protegiendo a su comunidad de las amenazas que se cernían sobre ella.